Relatos de un asesino.

A veces me pregunto ¿Qué hay de malo conmigo? ¿En serio soy tan malo? Aún recuerdo cuando era niño, nunca me gustó mi nombre, hay más personas llamadas José en México que Juan, si, es la maldita tradición mexicana, aunque creo que más que mexicana era española. Como sea, fue lo peor que me pudo haber pasado, en kinder siempre fui pepe pecas, y esos fueron los tiempos en los que tuve suerte. En primaria me fue peor, el apodo más común era pepedorro. Se puso peor en secundaria. De secundaria en adelante todos me conocían como pependejo. Realmente nunca hice nada para evitar los apodos, pero siempre me molestó eso. Quizá eso fue lo que empezó todo esto, recuerdo alguna vez de niño haber pensado, “Deja que crezca y te encuentre, romperé tu nariz completa de menos”.

Aunque, ahora que lo pienso, eran solo amenazas sin base, nunca pensaba en como lo haría. Ahora que lo recuerdo, la primer persona a la que maté no fue por dinero, no, fue algo más. recuerdo que ese día ella terminó conmigo, lo único que me dijo fue “No puedo seguir con alguien tan inmaduro como tú”. No hubo más explicación, solo colgó el teléfono. Unos meses después me enteré por una de sus amigas que me había dejado por su mejor amigo, si, ese que estaba allí para darle consejos, si, para decirle que hacer cuando nos peleábamos porque nunca había creído en mis proyectos, lo peor de todo, era que siempre trataba de demostrarle que todo iba como lo había planeado y que para cuando ella terminara la carrera tendríamos una casa, dinero para la boda y una pequeña camioneta para transportarnos además del carro que estaba también en los planes. Lo peor de todo fue que cuando “terminó” conmigo (aunque realmente se fue con él), yo tenía las llaves de la casa y había adelantado unas colegiaturas para su carrera, esa carrera que ella quería y que no podía estudiar porque su familia tenía definida su carrera política desde que había cumplido seis años.

Eso me decepcionó demasiado, cuando la conocí ella renegaba de toda la mierda escondida en la política, eso era bueno, pensaba que había una chispa de esperanza enorme en ella. Sin embargo no fue así, su mejor amigo era un tipo corrupto más que esperaba terminar de estudiar derecho para empezar a filtrarse en la política mexicana y robar, porque “el pueblo así se lo demandaba”.

Había dado tanto por ella que eso fue el fin. Ya había pensado en que eso podía pasar y se lo había comentado a ella. Pero, siempre decía, “eso nunca pasaría, estás loco”.

Así que enterado partí a un lugar en el que me habían dicho que podían venderme algo para hacer “el trabajito”. El lugar se encontraba en la parte más concurrida de la Ciudad, su lema era “Si estás donde todos van, ¿Quién sospecharía que lo que haces no es legal?”.

En cuanto entré me enamoré, no había que seguir buscando. Eran perfectas, creo que nadie las había comprado quizá porque era algo asqueroso pensar en su uso. ¿Quién en su sano juicio usaría un juego de pinzas con navaja para destrozar a alguien? Digo, no es higiénico, no es la forma en la que no dejarías rastro. Sin embargo se veía tan divertido, podía hacer lo que fuera, el límite era mi imaginación. No eran muy grandes pero tenían mucho filo. El encargado al mostrármelas me dijo, “¿Te gusta divertirte y asegurarte que lo que termine no vuelva a comenzar, cierto?”. Dije si y nada más, pregunté el precio y lo guardé en mi mochila.

Al salir me encontré con un viejo conocido de la secundaria, Pedro, el responsable de mi apodo actual, “pependejo”. Cuando me vió me lo recordó. Sin embargo ahora yo tenía ese poder que en aquel entonces no había tenido, o quizá era solo el coraje que aún tenía por lo que acababa de pasar y por lo que había comprado mi juego de pinzas y navajas. No se que era, pero le propiné tremendo puñetazo que quedo sin habla por algunos minutos (quizá segundos, honestamente sentí que fueron horas). Me le quedé viendo como nunca lo había hecho y le dije: “Soy Joe, y si vuelves a pensar en cualquier apodo gracioso, aquí te quedarás y no, no sabrás que fue de tus seres queridos. Inmediatamente se levantó y dijo: “Ok, entiendo J-J-Jo-Joe”. Se fue sin mirar atrás y como si hubiera visto al mismísimo Diablo. Lo siguiente que supe fue que…

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Fue ke ?...... o.o

Unknown dijo...

Pero que carajos..justo cuando se estaba poniendo interesante,,,